domingo, 20 de enero de 2013

La verdad de una mentira



CAPÍTULO XVII: Complicidad 


La complicidad que entre ambos había surgido se afianzó de manera natural con el tiempo, y con una que otra ayuda recibida de quienes le rodeaban. Por una parte se encontraba María quien insistentemente se negaba a hacerles compañía y se dedicaba a distraer a Sayen para que no les interrumpiera; pero sin querer la pequeña también les ayudaba. Su constante entusiasmo por permanecer cerca de Julia llevó a Gerardo a pensar en la importancia de una vida familiar para ella.

Por la noche, luego de una tarde de conversación en la que Gerardo entregó la información que consideró necesaria sobre los visitantes que recibirían al día siguiente, cuya permanencia sería de tres o cuatro días, salieron al balcón que se encontraba en la biblioteca. La luz que proporcionó la noche y la naturalidad de Gerardo en sus acciones no ayudó en mucho a Julia; si bien, el tomarse de la mano era muy frecuente entre ellos, existían momentos en los cuales le tomaba por sorpresa y la hacía sentir más nerviosa de lo habitual; y como últimamente le sucedía con frecuencia,  no prestaba atención a toda la conversación. Sin saber bien de qué y cuánto tiempo llevaba hablando, una extraña pregunta la hizo volver a la realidad.

— ¿Le gusta este lugar?

—Sí.

—Mi deseo es que haga de esta casa su hogar —confesó su esperanza y al no percibir ninguna señal, continuó—, como podrá darse cuenta esta casa desde hace tiempo ha sido solo habitada por mí. Y mi afición por el teatro me ha mantenido lejos de ella, creo que en parte no soportaba la soledad obligada que debía vivir, pero con usted todo es distinto; hoy, por ejemplo, disfrute de cada lugar que recorrimos y, aunque no he podido ver nada de ellos los he sentido de manera diferente. Los aromas, los sonidos, la frescura del viento, todo ha sido distinto, siento que con lo sucedido estoy aprendiendo a vivir de nuevo y usted ha sido parte importante en este aprendizaje, ¿podrá complacerme y alargar su estadía?

—Perdón, no puedo—dijo con remordimiento—. Pienso que para ese entonces usted ya tendrá que estar recuperado y mi compañía no le será grata.

— ¿Cómo puede decir eso? Acaso usted no se ha dado cuenta de…—su razón no le permitió continuar, aún no lograba entender la oportunidad que Julia había desaprovechado para ser sincera con él, luego de una pausa, se dio a la tarea de elegir mejor sus palabras y agregó— que es una persona especial para mí, el hecho que sea uno de mis parientes más próximos no ha sido impedimento para la amistad que ha surgido entre nosotros, no logra comprender que ahora somos mucho más que familia, sin embargo, sus palabras me hacen pensar que duda de lo bueno que es para mí su compañía, y en verdad no logro entender el verdadero significado de sus palabras —quiso darle una nueva oportunidad y preparándole el camino preguntó—. ¿Existe alguna razón que yo desconozca para todo este actuar suyo?

—Es que yo…—Julia no pudo evitar el audible sollozo que escapó de ella— será conveniente ver todo en su momento. El tiempo dará la razón a la palabra de uno de nosotros. Ahora si no le molesta…me retiro a descansar, que tenga una buena noche, avisaré para que le ayuden.

—Espere, por favor, mi intención no ha sido mortificarla, si usted no desea permanecer más tiempo no insistiré y trataré de mostrarme conforme, pero permítame—sacando de su bolsillo un pañuelo enjugó las lagrimas que de ella caían en silencio—no se sorprenda de mi acción, hace un momento la escuché sollozar, lo lamento en verdad. Solo que cuando me recupere totalmente, deseo mostrarle lugares que en esta condición no puedo y tal vez usted se marche antes de que ocurra.

—Agradezco la atención que desea tener conmigo, pero es cierto que no puedo alargar mi permanencia aquí. Créame que lamento profundamente no poder corresponder a su amabilidad.

—Está bien—le dijo acariciando suavemente su mejilla derecha—. Si no le molesta, le pediré que sea usted quien me dirija a mi habitación, no me gusta esperar.

Cuando cerró la puerta quedando sola en el pasillo tuvo deseos de salir corriendo de allí. ¿Cuántas fantasías habían pasado por su mente hasta ese instante?, y él solo la veía como una amiga. El llanto, que no pudo contener, era producto del desconcierto y la desilusión que le trajeron sus palabras. Hasta ese momento pensaba que también comenzaba a sentir un afecto distinto por ella, mas, en ese momento, se dio por enterada que todo era producto de cómo era presentada a sus ojos. Desde esa noche decidió no volver a albergar esperanzas de ningún tipo; con el corazón destrozado se dio cuenta que la vida ya no tendría el mismo color para ella.

 O O o O O

Por la mañana, Julia, se esforzó en aparentar el buen ánimo que durante la noche anterior le habían robado las palabras de Gerardo. La ocasión hacia necesaria toda su buena disposición para oficiar de cierta manera como anfitriona con los amigos que Gerardo esperaba. De los tres nombres que Gerardo le mencionó uno no era del todo desconocido por ella. Se trataba de Isidora Goyenechea, a quien, Julia, conoció unos momentos antes de terminar su viaje en tren. Aunque la visitante generaba cierta inquietud en ella por las eventuales preguntas que podría realizar, no dejaba de rondar en su cabeza el deseo de conocerla más. Los otros dos eran Fernando y Carlos Cousiño, sus hijos.

Sin embargo, con la llegada de los visitantes no dejó de sorprenderla el ver a Eloísa, su amiga. Ni siquiera Gerardo había sido informado de su presencia, la señorita Sotomayor había accedido tras la insistencia de la señora Goyenechea. Se conocieron en uno de los tantos viajes a Santiago que la mujer realizaba para cerciorarse por sí misma del bienestar de sus muchachos, como solía llamarles; como madre, la señora Goyenechea, sabía a la perfección en qué edad se encontraban sus hijos y la jovencita le había parecido lo bastante agradable como para desear que tomara un lugar en su familia.


El corazón de Julia al verla allí dio un brinco. La alegría y el asombro de ver un rostro familiar no fueron menores a la preocupación que su presencia le generó. Su amiga desconocía por completo todos lo acontecido desde la última vez que se vieron, y menos aun sabía que a pesar del tiempo, Julia no había confesado la verdad; ¿podría confiar en su discreción?

Para el asombro de Julia, Eloísa, aceptó las presentaciones con tranquilidad. La saludó como si fuera la primera vez que se veían. Fingiendo interés en el jardín consiguió apartar a Julia del grupo sin que ellos sospecharan su reciente confianza; después de todo era un tema del que las mujeres acostumbraban a hablar. Alejadas de la vista de todos y luego de un cálido abrazo comenzaron a interrogarse.

— ¿Qué haces aquí? No tienes idea de todo lo que debí contenerme para disimular.

—Lo sé y agradezco tu ayuda, querida amiga —le respondió Julia.

—Cuando te vi casi me desmayo. He estado muy preocupada por ti, tu madre solo me dijo que habías decidido trabajar fuera de casa durante la estación y, como no me contaste nada consideré inconveniente escribirte; a decir verdad, me sentí enojada contigo por no haber confiado en mí —dijo con seriedad en su rostro—, y ahora lo estoy mucho más al verte aquí —agregó con una sonrisa.

—Perdón, te debo una explicación.

—No te preocupes —dijo Eloísa con soltura—. El enojo no se compara con la alegría de verte nuevamente.

—Pero dime ¿qué estás haciendo aquí? Te ves muy diferente desde la última vez que nos vimos.

—Sí, es verdad. Luzco distinta —dijo dando una vuelta sobre sí misma.

—Estás muy linda.

—Eso también es verdad; y se lo debo todo al amor.

Eloísa no pudo evitar la sonrisa y el leve color que se apoderó de su rostro al confesar tal sentimiento. La sorpresa que Julia no logró disimular la llevó a confirmar nuevamente sus palabras.

—Sí, el amor.

—Hasta donde yo tenía entendido tu amor y devoción solo eran para Dios.

—La vida da vueltas, y todos tenemos derecho a cambiar de parecer, o de sentir. Hasta mediados de diciembre, yo pensaba lo mismo que acabas de mencionar, por entonces no imaginé que podría desear algo distinto para mi vida; siempre podré servir a Dios, aunque de manera distinta a la que pensaba. He conocido al más perfecto de los hombres.

—Si existe algo que he aprendido este tiempo es que la perfección no alcanza a nadie —dio Julia con burla.

—No te rías, ¡qué mala eres!, solo puedo decir que ahora comprendo, en parte, lo que haces. Tengo miedo a que él no me vea de la misma forma en que yo lo hago —dijo Eloísa con tristeza—. Que Dios me perdoné, pero es como si el mismísimo Cupido me hubiera herido con una de sus flechas de amor; o aún peor, temo ser víctima de algunos hechizos.

— ¡Qué locura acabas de decir! —exclamó Julia entornando los ojos y mientras tomaba del brazo a su amiga agregó— A ver, dime ¿a cuál de los dos Cousiño debemos el milagro de tu amor?

—Averígualo por ti misma. He visto como aflora la burla en tus palabras, así que dejaré de mi parte a la intriga; ¿qué te parece?

—Que mala te has vuelto. Comienzo a dudar en lo beneficioso que puede resultar el amor en algunas personas.

Tomadas del brazo se reunieron con el resto del grupo en el salón. En ausencia de Julia, doña Isidora, como le gustaba que la llamasen, había tomado el mando; después de todo siendo la madrina de Gerardo no era ajena a la familia. La relación de negocios que concertó a ambas familias en un principio, dio paso a la amistad entre ellas. Su actuar era considerado, no solo por ella misma, como aceptado, a excepción de Julia que lo vio como una innecesaria intromisión.

—Así que ustedes se conocían —dijo Carlos.


Las palabras del joven hicieron temblar en su interior a Julia, como explicaría algo así en frente de todos. Tras no encontrar palabras en su interior se entregó a lo que supuso era su fin, pero Carlos de quienes hablaba era de Eloísa y Gerardo.

—Señorita Eloísa, no nos comentó que teníamos un amigo en común. Gerardo me ha contado, mientras ustedes estaban fuera— dijo dirigiéndose a ambas—, que había tenido el privilegio de contar con su compañía en Santiago.

—Sí, es verdad. Nos vimos en variadas ocasiones.

— ¿Y tuvieron tiempo para conversar, supongo? —sin esperar respuesta agregó—. Últimamente he sentido el profundo deseo de conocer los pensamientos femeninos—dijo dirigiéndose a Gerardo—; más tarde, en privado, veré la forma de sacarle algunos detalles de esas conversaciones. Deseo adentrarme en los misterios de la mente femenina.

—Si tu deseo es ese, no me queda más que recomendarte que lo averigües por ti mismo. Yo jamás traicionaría las confidencias que me hiciera una mujer y en caso que me sintiera tentado a hacerlo, creo que no sería a ti a quien las revelaría y, mucho menos asuntos que conciernen a la señorita Eloísa. 


—Le pido disculpas por las indiscreciones de mi hermano señorita Eloísa —intervino finalmente Fernando—, como usted se habrá dado cuenta de camino para acá él posee un sentido del humor bastante particular.

— ¿Sentido del humor?, yo más bien le llamaría curiosidad hermanito—se adelantó a contestar Carlos.

La tarde se hizo agradable para todos, doña Isidora, que prefirió mantenerse al margen de los divertimentos de los jóvenes, no pudo evitar mantener sus ojos puestos en Julia. Había asistido por curiosidad a conocerla y ver la situación de su ahijado. No pudo seguir posponiendo la visita tras la llegada de sus hijos, la insistencia de ambos para apoyar a quien consideraban como un hermano había sido más fuerte que sus excusas; así como no pudo negar que Julia se conducía con propiedad, a pesar de no haber crecido, como ella conjeturaba, con las ventajas que proporcionan el dinero y una buena posición social. 

6 comentarios:

Lourdes dijo...

Holaaaa querida amigaa
¡Qué bueno! Nuevo capi. esto está muy interesante. Me encantó la parte del balcón y él enjugando sus lágrimas, Yo le hubiera dado un beso jajaja No me hagas caso. En fin, vemos que se suman personajes a la novela. Ojalá haya un acercamiento con los protagonistas, me encanta esa espera lo hace más expectante. Un beso amiga

Raquel Campos dijo...

Qué alegría me ha dado al ver un nuevo capítulo, me ha encantado la escena en la que han hablado, me ha parecido muy tierna. Y ahora se complica todo un poco más con la llegada de estos personajes.
A ver que pasa, la dejas muy interesante.
Un beso muy fuerte!!!

Jennieh dijo...

Querida Lou, me alegra que te haya gustado el capítulo, más si llevaba tanto tiempo sin publicar. Ya pronto te haré caso, faltan solo un par de capítulos.

Un beso.

Jennieh dijo...

Querida Raquel, es bueno saber que te sigue gustando la historia. Ya podrás saber que sucede con los nuevos personajes.

Un beso.

R dijo...

hOLA! que linda historia me ha encantado, paso a saludarte, te gustaría nos hicieramos seguidores? que dices? saludos.

princesa jazmin dijo...

Hi, Jen, he regresado y comienzo a ponerme al día. Qué sorpresa la llegada de Eloísa! y aún más sorpresa de que haya dejado atrás sus reticencias y haya caído en el amor, pronto veré cuál de los muchachos es su "hombre perfecto". Me gustó la escena inicial entre los protagonistas, lástima que Julia haya malinterpretado las palabras de Gerardo. Especialmente me gusta el concepto de que todo lo cotidiano y conocido de la vida cambia y mejora cuando estamos en compañía de la persona amada, descubrimos nuevos encantos cuando compartimos.
Sigo adelante...