viernes, 6 de julio de 2012

La verdad de una mentira


CAPÍTULO III: El anhelo

            Al pasar los meses, Julia y su madre, habían logrado instalar una floristería muy bien ubicada; que les proporcionó cierta tranquilidad y estabilidad económica. En un principio la Sra. Isidora acudió a la influencia de algunos amigos para que le sirvieran como garantes, pero para ella fue determinante el volver a utilizar el apellido de su padre. El banco sin objeción le dio las concesiones que solicitaba. Ambas pensaron en lo exagerados de los intereses, pero considerando que no perderían la casa, finalmente  les parecieron razonables; llegando a la conclusión que los beneficios superaban cualquier sacrificio.

          Por la excelente ubicación y la buena idea de qué vender, a Julia, le fue bastante bien desde un comienzo y, tras abandonar aquella preocupación comenzó a tener un extraño deseo. Deseaba volver a encontrar a aquel hombre, quien con aquella corta y extraña intervención en su vida le había entregado una nueva ilusión; si debía ser sincera, Julia, habría tenido que confesar que desde aquella tarde no pensaba en ninguna otra persona más que en él. Deseaba sentir nuevamente su mirada posándose sobre ella; y, aunque sus ojos no poseían ningún rasgo fuera de lo común, en cuanto a color o forma, mostraban una intensidad que, al recordarlo, le producía satisfacción; sin contar, además, que deseaba darle las gracias por su consejo. 

         Ella, sabía de antemano que aquello era imposible, de él sólo sabía su nombre y nada más, y con ello no se atrevería a buscar más antecedentes con sus conocidos; sabía perfectamente que ello podría prestarse para comentarios mal intencionados, después de todo, aquel día ella se había dado cuenta perfectamente que pertenecían a clases sociales muy distintas.

        No pasó mucho tiempo para que la compañía que alquilaba el teatro, que quedaba justo en frente de la floristería, comenzara a anunciar su próximo estreno, Julia, confirmó una vez más, la buena decisión que había tomado; más y más personas transitarían por el lugar y debido a las funciones la demanda por sus flores aumentaría en lo sucesivo; si bien esto puede parecer un paréntesis creo preciso contarlo debido al vuelco relevante que tendrá la historia a continuación. 

        Una mañana, muy temprano cuando Julia comenzaba a preparar todo para abrir, varios hombres comenzaron a pasearse frente al teatro,  su curiosidad la llevó a apostarse fuera del local y observar que sucedía allí. Pudo ver cómo, desde uno de los dos carromatos que habían traído consigo, descargaban unas escalas y varias herramientas, las que utilizaron para fijar en la parte frontal del teatro con gran maestría una especie de manto. Cuando comenzaron a soltar las amarradas y comenzó a ser desplegado, ella, vio con sorpresa los ojos que desde hace tanto anhelaba, sin duda, Gerardo era quien aparecía en la pintura; era la misma mirada que recordaba, no pudo evitar estremecerse al saber que le volvería a ver; aunque, fuera de lejos.

        Julia, desde aquel día comenzó a transitar por la avenida que llegaba justo frente al teatro, para así, desde la distancia poder contemplar la imagen que este le ofrecía; por alguna extraña razón sentía demasiada vergüenza al mirar desde la vitrina de la floristería por lo que prefería mirarle de lejos.

         Su mente la llevaba a pensar que en cualquier momento Gerardo cruzaría aquella puerta para comprar un arreglo, pero los días transcurrían y nada sucedía; su sueño comenzaba a desaparecer cuando de pronto él cruzó la puerta. Por un instante, Julia, creyó ser reconocida, pero se dio cuenta que él observaba atentamente las flores; el nerviosismo que sintió en aquellos minutos fue lapidado más tarde con la indiferencia de él. En ningún momento pudo reconocer al hombre del Parque Cousiño; y en los días sucesivos lo único que le permitía tener consuelo eran los sentimientos que habían crecido fuertemente en ella por los recuerdos que tenía de él, que eran muy diferentes de los de aquel hombre, distante y frio que se presentó en la tienda.






6 comentarios:

Raquel Campos dijo...

Hola Jennieh, se me había escapado el segundo capítulo. Me encantó el encuentro de Gerardo y Julia y muy tierno el beso.
Ella se ha quedado encantada con él, pero al volver a verlo ha visto otras cosas de él.
Me gusta como va la trama, estoy deseando leer a ver como sigue la historia. Escribes de maravilla.
Un beso!!!

Paola M. Quintero dijo...

Hola, Jennieh. En seguimiento a la campaña de unión de El Club de las Escritoras, encontré tu blog. Cuando tenga un tiempito, me pasare a leer tus relatos ^^. Bueno, paso rapidín, así que me despido y espero que puedas pasarte por mi blog, donde publico mis ideas, historias, poesías, etc. Te dejo el link: http://un-gemelo-en-cada-mano.blogspot.com

Jennieh dijo...

Raquel:

Ya verás que no todo es como parece, mi querido Gerardo, tuvo una razón para actuar de esa manera.

Te espero cuando vuelva a publicar.

Un beso.

Jennieh dijo...

Paola:

Bienvenida a este espacio, ya iré a visitarte.

Un Beso.

Lourdes dijo...

¡Ay que intriga! ¿Por qué habrá actuado así?
Me encanta la historia Jennieh.
Describes de maravilla.
Sigo al 4 to capi.

suelin17dea dijo...

Ohh Pobre Juli :/ esperemos que esta indiferencia no sea tan larga. Me gusta aunque solidarizo femeninamente