CAPÍTULO
XXV: Ineludible
“Si la vida cumpliera todos nuestros
deseos sin ninguna complicación, vivir sería algo que haríamos con el
mayor de los gustos.”
Gerardo no tenía duda de que era correspondido en su
amor. El recuerdo de aquella mañana en que ella no lo detuvo cuando él la besó,
ni en el momento en que desesperadamente le ofreció su corazón, llenaba su alma
de valor; pensaba que ellos sí podrían ser felices. Lo que inquietaba a Gerardo
era la reacción de Julia cuando se enterara que, en gran parte, la persona que fingió ser, era verdad. Lamentaba
la oportunidad que había desaprovechado aquel día en que logró expresar el
sentimiento que llevaba guardando en su corazón desde, lo que para él, parecía
una eternidad, pues en ninguno de los escenarios imaginó que la familia
volvería a unirse tan pronto. Por ese motivo cuando su abuelo le escribió la
carta anunciándole las excelentes noticias que tenía, la desesperación lo
envolvió. Necesitaba ser el primero en informar a Julia la verdad que
encerraban sus palabras cuando ella decidió hacerse pasar por su prima.
El regreso de Julia se encontraba sujeto a una promesa, él
no la dejó partir hasta que de ella obtuvo la declaración que llevaba queriendo
oír desde hacía mucho tiempo. Ella también lo amaba y le prometió que volvería
tras obtener el permiso de su madre para, por fin, estar juntos con total
libertad. Días más tarde, cuando se enteró de las noticias, Gerardo, se reprochó
la manera tan tonta en la que había dejado partir a Julia.
Asumiendo la cobardía de aquel día y, con el firme
propósito de apagar las ideas que rondaban y atormentaban su mente decidió
presentarse en casa de Julia; para su sorpresa la casa se encontraba vacía. Sin
claridad en sus actos, se dirigió hasta el teatro con la certeza que desde allí
podría ver cuando ella llegara a la floristería. Esperó durante todo el día,
pero nunca la vio entrar o salir; suceso que lo llenó de inquietud. ¿Sería
posible que ya se encontrara viviendo con su abuelo? Necesitaba ayuda, pero de
quién. De pronto la figura de Carlos se alzó en su mente y supo que él estaría
dispuesto a ayudarle; claro después que le confiase todo lo que envolvía la
relación con su prima.
Las apreciaciones de Carlos, con respecto a la situación
de Julia y Gerardo, no estuvieron exentas de la ironía con que solía abordar
casi todo en la vida. Aún así no lograba comprender como su amigo y casi
hermano había actuado de forma tan errada si desde un principio sabía los
sentimientos que Julia provocaba en él. Consideró que de forma independiente a
los reproches y dudas que le causaba la verdadera procedencia de Julia, jamás
debió permitir que ella comenzara con aquella farsa.
A Carlos no le faltaron excusas para presentarse en casa
del abuelo de Julia. En su lista figuraba la idea de llegar por algún encargo
de su madre, consultando por el bienestar del viejo, como solía llamarle, pero
que finalmente apagó, pues como se enterara doña Isidora que él usaba su nombre
para algo así lo dejaría en ridículo donde fuera para vengarse; muy capaz la
veía de cumplir su promesa de amarrarlo en la puerta de la catedral. Finalmente
optó por la excusa más razonable y que no despertaría ninguna duda. Se presentó
buscando a Julia por encargo de Eloísa.
En
un principio a ésta le costó entender el porqué de tanto interés por ella de
manera repentina, aunque finalmente terminó por confiar en él. Le contó todo lo
referente a su nueva situación y de los detalles de la reconciliación que se dio
entre su abuelo y su madre. Por las conclusiones que pudo extraer Carlos de su
visita, no existía duda que, Julia, ignoraba por completo su parentesco con
Gerardo.
Amablemente, Carlos, se ofreció para acompañar a Julia
hasta el parque, donde sus hermanas la esperaban; enterándose así que aquello se
había vuelto muy regular en su vida. Con bastante tiempo para ellas, desde que
su abuelo se negara a que cualquier miembro femenino de su familia trabajara,
las mujeres de la familia Domínguez pasaban gran parte de sus días paseando; y
aquel día, sus hermanas, adelantándose a Julia lo hicieron nuevamente. Matías,
el hijo de Ema, disfrutaba mucho de aquellas tardes de aire libre, mientras que
Ema y Jane atesoraban en su corazón aquellos días, anhelando que jamás
terminaran. Preocupada por la tardanza de su hermana, Jane no dudó en
reprenderla sin fijarse que Julia iba acompañada. Más tarde, luego de las
presentaciones, Jane, avergonzada se dedicó a cuidar a su sobrino; tratando de
olvidar la cara de diversión que su actitud para con Julia había provocado en
Carlos.
Con la información reunida por su amigo, Gerardo se
dirigió al día siguiente hasta la casa de su abuelo. Su hermana se encontraba
reunida con él para darle a conocer el extraño comportamiento de Gerardo. Se
quejó de la forma tan despreocupada que les había recibido, unos días atrás, a
ella y a su esposo, en su casa de campo. Sin negar el descontento que le
producía el verlo allí, luego que se enterase que él ya conocía todos los
cambios en la familia mientras ella le visitaba, le dio varias palmadas en la
espalda como cuando eran pequeños; señal inequívoca que su enojo duraría por un
tiempo indeterminado. La vida de Mercedes se resumía principalmente a asuntos
sin importancia, destacando sobre el resto, su preocupación por estar al día de
cualquier suceso, por muy insignificante que fuera.
Sin una excusa que permitiera explicarle a su abuelo lo
sucedido y, además, sin poder recorrer la casa con libertad, Gerardo, se vio
obligado a escuchar, por más tiempo del que acostumbraba, los reproches de su
hermana. Cansado y sumido en sus pensamientos no puso atención cuando su abuelo
les anunció que la oportunidad de reunirlos a todos había llegado; acostumbrado
como estaba a hacer oídos sordos a todo lo que su hermana decía, no fue capaz
de interpretar el cambio de actitud que ella vivió una vez que, don Pablo Recabarren,
salió de su despacho.
No pasó mucho tiempo para que un inusual movimiento llenara
la habitación de vida y de voces que, Gerardo, no lograba reconocer en la
distancia del mundo que había construido durante los últimos minutos. Solamente
un fuerte apretón en su hombro izquierdo le hizo reaccionar. Frente a él, un
grupo, en su mayoría mujeres, a quienes no conocía; en un rincón unos ojos que
lo miraban con desesperación.
Nota:
Quizás este capítulo les habrá parecido algo extraño, pues los hechos
sucedieron de una forma un tanto curiosa al ser finalmente Julia la
sorprendida. Y es que como me pude dar cuenta, en algunos comentarios
del capítulo anterior, se piensa que Gerardo no tiene conocimiento del
parentesco que existe entre Julia y él, lo que en realidad no es así,
pues él conoce desde bastante tiempo atrás el pasado que los une. Espero
que se encuentren súper bien y que les haya gustado. Trataré de
esforzarme para entregar la parte que sigue. Un beso, hasta la pronto.