CAPÍTULO
X: Secretos de familia
Ya había pasado un día desde
la última visita a Gerardo. El andar de Julia era lento, su regreso a casa estuvo
marcado por un extraño e inquietante suceso.
En la soledad de su
habitación trató de encontrar una explicación a lo que sus ojos habían
apreciado unas horas atrás; por segunda vez durante la semana encontró un
carruaje apostado en la puerta de su casa. La primera ocasión no le dio importancia,
no había visto a nadie subir o bajar de él por lo que no encontró relevante
aquel suceso, pero por la tarde un elegante hombre, vestido de un perfecto
negro salía de su casa, en su rostro se reflejaba enojo, demasiado como para
verla cuando ella pasó junto a él.
Cuando llegó hasta la puerta
de su casa, su madre, parecía estar sufriendo del mismo mal del señor que pasara
junto a ella. Su rostro se encontraba enrojecido de furia, sus ojos, llenos de
lágrimas por la rabia contenida le indicaron que no obtendría ninguna explicación.
Decidida a reconfortarle, Julia, la ubicó dentro en el recibidor, buscó una
taza de té para que su madre bebiera, una vez que la vio más calmada se acercó
a ella y la abrazó en silencio. La preocupación y afecto de su hija llevaron a
la Sra. Isidora a querer actuar de mejor manera; su respiración fue
acompasándose poco a poco, hasta que el nivel de alteración disminuyó y le
permitió hablar calmadamente; hecho que minutos atrás hubiera sido imposible
realizar:
—Hija, por el momento no
puedo hablar. Esta situación me ha dejado completamente desconcertada, aunque
deseara hablarte de lo que ha sucedido, no podría hacerlo con claridad. Existen
ciertos hechos en mi pasado que me avergüenzan profundamente; de los cuales no
hablaré contigo y te pido que no me pidas explicación alguna.
—Mamá, si he estoy junto a usted
no es porque me interesen sus asuntos con ese señor—dijo un poco enfadada al
notar el tono que su madre utilizó para dar por terminada la conversación—.
Yo…solo me he interesado por su salud, jamás la había visto en ese estado, y me
preocupé sinceramente por usted. Además, sabe muy bien que nunca le pediría que
hiciera algo en contra de su voluntad.
—Lo siento, ya ves que nada
sacamos hablando por el momento. Temo que te he ofendido con mis palabras; será
mejor que olvidemos todo lo ocurrido. Te amo, pero ahora necesito estar a solas.
Con esas palabras que Julia
interpretó de sincero arrepentimiento y que a la vez estaban llenas de
melancolía, su madre, tras subir la escalera se encerró en su habitación; lugar donde permaneció entregada al llanto hasta la hora de la cena.
El silencio que se produjera
durante la comida se hizo notar. Juan, que estaba acostumbrado a que su madre y
su hermana comentaran todo lo sucedido durante el día, se sorprendió al notar que ninguna de las dos tuviera la
intención de charlar. Inocentemente comenzó a hablar de su día. Contó cómo
había disfrutado la tarde en casa de uno de sus amigos, de sus juegos y de los
sueños de niños, que ya ambas tenían por cosas lejanas. Su intromisión trajo
consigo un aire renovado en el semblante de sus acompañantes; por su parte,
Julia pensó en lo lejano que le parecían aquellos días, sus nuevas ocupaciones
se habían llevado lejos todos los ideales que su hermano expresaba con tanto
entusiasmo; mientras que la Sra. Isidora disfrutó de ver como su hijo con una
sola palabra había disipado toda su tristeza, enojo y desesperanza por la situación
que viviera por la tarde, sin duda, su tesoro más preciado era la vida que
había alcanzado junto a su esposo, quien a pesar de no estar ya con ella le
había dejado cuatro hijos que eran toda su felicidad y dos de ellos eran la
representación misma de su amor.
Los pequeños golpes en la
puerta devolvieron a Julia a la realidad, la sorpresa de encontrar a su madre llamando
la hicieron temer un nuevo desencuentro. Julia, abrió la puerta cuando la Sra.
Isidora ya se encontraba unos pasos alejada.
—Mamá, no se vaya. ¿Necesita
algo?, ¿se encuentra bien?—fueron las primeras palabras que dudosa logró sacar.
—No es nada hija, solamente
deseaba conversar contigo algunas cosas.
—Pase, no tema, que no preguntaré
nada; si usted así lo desea—dijo con una leve sonrisa para inspirar la
seguridad que su madre necesitaba.
Una vez dentro, su madre, se
mostró nerviosa, dubitativa; incapaz de contenerse se abalanzó a los brazos de
Julia y comenzó a llorar descontrolada. Aquel dolor conmovió a Julia, quien trató
de buscar palabras que aliviaran en algo el sufrimiento, pero no encontró
ninguna. Julia, no sabía cómo o de qué manera ayudarla; sin tener ningún
conocimiento de su aflicción se limitó a abrazarla fuertemente. Cuando el
llanto empezó a sentirse apenas como un sollozo sus ojos se posaron fijos sobre
ella. La situación incomodó aún más a Julia que a esa altura ya no sabía qué pensar.
—Perdón, hoy no me he
comportado como madre, más bien parezco una niña chiquita ¿verdad?—dijo
tratando de establecer su propia cordura.
—Puede ser que sí, querida
madre— con la sonrisa que esbozó trató inspirarle valor a su madre—. Yo jamás
la había visto en un estado como el de hoy, ¿se encuentra bien ahora?
—Sí, mi pequeña. Deseo que
sepas…
Julia se adelantó e
interrumpió a su madre, la preocupación de verla nuevamente llorando superó su
curiosidad por saber qué ocurría; así que la detuvo antes que ella pudiera
comenzar su discurso:
—Madre, no deseo ocasionar
desasosiego en usted con mi curiosidad. Le prometí, incluso antes que entrara, que
no preguntaría nada sobre lo que ha sucedido hoy por la tarde.
—No me digas eso, Julia.
Necesito desahogarme, ¡ésta angustia va a matarme! A quién podría confiar parte
de mi historia, sino a ti, mi hija.
—Está bien mamá. Solo quería
que supiera que no debe sentirse obligada a hacerlo.
—Ya lo sé, y no creas que deseo
contarte todo, solo será una parte; lo que puedo contarte—dijo evidentemente
más aliviada—. Tu padre no ha sido el único hombre de mi vida. Sin duda fue el
único hombre que amé, pero no del primero que creí estar enamorada; antes de él…existió
otro.
La sorpresa en el rostro de
Julia se hizo evidente. Su imaginación la llevó a aventurar que el hombre al que
se refería su madre era el mismo que vio por la tarde.
Se enteró que cuando su madre
estaba por cumplir diecisiete años llegó a casa de su padre un hombre unos años
mayor que ella, que la deslumbró por completo; ella, lo comparaba
constantemente con los hombres de las novelas que tanto le gustaba leer por
aquel entonces. Su timidez se notaba aún más cuando estaba junto a él, las
palabras simplemente no lograban brotar de su boca y su creciente imaginación
la llevaban a estar en las nubes la mayor parte del tiempo. Una prima, con
quien su madre había crecido como una hermana, se dio cuenta de lo que sucedía
y decidió ayudarla. Sus consejos dieron resultados, y al poco tiempo la joven
Isidora había conseguido romper su timidez y como consecuencia natural de ello
logró acercarse a aquel hombre; no pasó mucho tiempo para que el joven
comenzara a mirarla de la manera que ella por tanto tiempo había anhelado, su
delicadeza y encantos lograron lo que ninguna otra mujer fue capaz de hacer.
Decidido a que su tiempo de soltería
había llegado a su fin pidió su mano en matrimonio; la felicidad de su madre
ante aquel suceso habría durado muy poco. Él quiso exigir sus derechos de esposo,
incluso antes de que esto fuera posible; bastaron solo unos segundos para que la
figura perfecta de aquel hombre se desmoronara por completo ante sus ojos. Y
producto de una extraña coincidencia, una muy parecida a la de los libros,
apareció el hombre que definitivamente la llevó a conocer el amor.
—Es por ese motivo que usted
siempre ha dicho que mi padre ha sido su guardián.
—Sí, él me rescató del
hombre más ruin que haya conocido en mi vida. Nunca reconoció lo que intentara
hacer conmigo y exigiendo que cumpliera con la palabra empeñada por mi padre deseaba
convertirme en su esposa. A esa altura, tras mi decepción, le odiaba. Mi padre no
me escuchó, no quiso saber las razones que me llevaron a revelarme contra aquel
compromiso. Además, se había enterado de mi amistad con tu padre a quien nunca
vio con buenos ojos, él no contaba con la fortuna y conexiones que mi padre
deseaba; sin contar, también, que era viudo y tenía dos hijas.
—Mamá entonces tenemos más
familia, siempre creí que usted no contaba con nadie.
—Efectivamente, yo no tengo
más familia que la que he formado con tu padre.
—Pero…por su relato pensé…
—No te confundas mi pequeña,
desde hace mucho tiempo que yo renuncié a mi vida anterior, y como consecuencia
de ello a la familia de la que forme parte. Lo único que lamento es que mi
pobre prima…—tristes recuerdos se agolparon en su mente, sus decisiones sin
duda habían afectado a otros— tuvo que tomar mi lugar en la familia.
—A qué se refiere con eso,
mamá.
—No me preguntes, querida
hija, para mí no es bueno recordar el pasado. Dejémoslo donde debe estar; al
fin y al cabo…tú, mi pequeña—le dijo mientras besaba su frente—, nada tienes
que ver con él.
6 comentarios:
Ohh, ¿nada tendrá que ver? El pasado a veces salpica integrantes de la familia que no han vivido ciertos hechos. Veremos que tal. Me tienes super intrigada. Un capítulo muy interesante sin duda. Ya sabenmos cosillas del pasado de la madre. ¡Qué incógnita cariño! Espero el próximo. Un besote
Epa! No me esperaba éste giro.
¿La madre tiene la punta de un hilo?
Ya nuestra pobre protagonista tenía sus angustias y ahora la madre suma otras.
Necesito seguir leyendo, no me tengas mucho tiempo esperando por favor.
Cariños.
Saludos,
Soy Grisel R. Núñez, una de tus compañeras en El Club de las Escritoras. Te he dejado un premio en mi blog, para enterarte de qué va todo entra en la siguiente dirección donde se explica todo: http://cafeteradeletras.blogspot.com/2012/10/liebster-award.html. Luego, podrías dejarme un comentario para entrar a tu página y ver si has continuado con el premio. Un abrazo grande.
Grisel:
Gracias por el premio, me alegra que me hayas considerado, es un honor para mí. Pasaré pronto por tu blog a dejarte un mensaje y a seguirte.
Un beso
Has introducido de manera increíble este nuevo misterio en la vida de Julia,así que su señora madre tiene un pasado? ya quiero saber más de qué sucedió con aquella prima.
Era bastante frecuente en aquella época cometer este tipo de errores y luego de casada(en este caso incluso antes)encontrarse con una persona totalmente diferente a la del cortejo.
Me gustó la forma en que Julia confortó a su madre, una excelente elección la imagen que le diste.
Sigo con el siguiente.
Besos.
Jazmín.
naaa inevitablemente cargamos con la herencia de nuetsros padres, el pasado se hace presente en la vida de Julia , que consecuencias traera?? eso es lo importante.
Espero leerlo pronto.
Besos,
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