CAPÍTULO
XXVII: Lo importante
Esta podría no ser
la ocasión para hablar de nosotros. No tengo la intención de entregar razones
con lo que escribo; porque las personas suelen comportarse de forma extraña y en
mi cabeza tenía una figura diferente a la que muestras hoy.
Resulta doloroso darme cuenta como tus
ojos esquivan mi mirada; la renuencia que encontraron desde que supiste la
verdad se ha vuelto el peor de los castigos. No comprendo tu actuar, me gustaría
saber qué sucesos esperabas si hubiese ignorado todo desde un comienzo;
¿tendrías la misma esperanza que guardo?; ¿quizás estas líneas fueran para mí?;
¿los papeles se habrían invertido? Si expreso lo diferente que estás es
relacionándote con la mujer que emprendió un camino difícil por ayudarme,
dispuesta a dejar a un lado su propia vida, apartándose de las convenciones.
Hace unos días consentiste en
afirmar que sentías algo por mí, no puedo referirlo con exactitud porque lo
dijiste sin palabras. Por mi parte me atrevo a decir, sin temor, que te amo.
Lo que es verdad no se puede negar: lo que
vivimos nació de una mentira. Sé que nunca actuaste falsamente conmigo, porque la
persona que estuvo a mi lado eras tú. Confío en quien eras… en quien eres, que
jamás mentiste. Si existe un culpable… ése soy yo. Desde un principio supe la
verdad y confieso que quise saber hasta dónde llegabas. Por un tiempo disfracé
tu preocupación por mí. No creo que pueda expresar la vergüenza que siento al
escribir estas líneas, sé que podrías odiarme, pero si he de ser franco: por
mucho tiempo deseé atribuir tu comportamiento a la misma naturaleza de tu madre
y a la de mi padre.
En todo, quien ha decidido has sido
tú y justamente lo haces ahora; condenándonos. Permíteme mostrar lo que puedo
hacer. No dejes que nuestra historia acabe por temor; si te preocupan las
consecuencias luchemos juntos. Después de todo es a nosotros a quienes
necesitamos.
Si es por el qué dirán… te advierto
lo poco que me preocupa, sin embargo, si esto es importante para ti, nadie
tiene por qué saber lo que ocurrió entre nosotros. Será un secreto; comenzaremos
otra vez. Lo que no puedo sugerir es olvidar lo vivido, acabaríamos con una parte
de lo que nos une, y nuestra historia se construye desde el primer momento. Desde
el día en que me burlé de ti; en ese instante, una duda surgió dentro de mí y
quise descubrir quien eras, enterarme de tu vida. Al saber todo lo que
encerraba tu existencia, el desconcierto me aprisionó. Sin embargo, no pude
alejarme como lo exigía la razón porque nuestra unión la he atribuido siempre al
destino. Y sí… mis palabras sonaran ajenas a un hombre que no guardaba
esperanzas, pero en el momento que llegaste al hospital un nuevo mundo se
reveló.
El egoísmo al que no he querido referirme y
que ha quedado expresado en cada una de mis palabras lo seguirás viendo porque
quisiera que las personas a punto de cambiar sus vidas fuésemos nosotros; que
el vestido blanco lo llevaras tú; que mi mano recibiera la tuya y que nadie
cuestionara nuestro amor.
Mas hoy, me conformo con una mirada que hable
de tu comprensión respecto a que el pasado, por más que se quiera, no se puede
cambiar; que la parte del futuro que nos corresponde no podemos conocerla aún;
y que guardas la esperanza de mejorar nuestro presente.
Incomprensiblemente
tuyo, Gerardo.
3 comentarios:
uy, te mando un beso y te me cuidas
Hola Jennieh.
Te agradezco el comentario que me has hecho en el blog.
Me ha emocionado saber que te está gustando la historia de Ricardo y de Claudia y la buena opinión que tienes de ella. Eso me motiva a seguir escribiendo.
Me alegra que sigas adelante con "La verdad de una mentira".
Y la carta de Gerardo es preciosísima.
¿Dónde están los hombres con él?
Un fuerte abrazo, Jennieh.
Mucho ánimo.
Gracias, Citu y Lilian, por darse el tiempo de comentar.
Para decepción nuestra, hombres como Gerardo, me parece, que sólo existen en nuestra imaginación.
Un beso a las dos.
Publicar un comentario