domingo, 29 de septiembre de 2013

La verdad de una mentira

CAPÍTULO XXV: Ineludible


“Si la vida cumpliera todos nuestros deseos sin ninguna complicación, vivir sería algo que haríamos con el mayor de los gustos.”

Gerardo no tenía duda de que era correspondido en su amor. El recuerdo de aquella mañana en que ella no lo detuvo cuando él la besó, ni en el momento en que desesperadamente le ofreció su corazón, llenaba su alma de valor; pensaba que ellos sí podrían ser felices. Lo que inquietaba a Gerardo era la reacción de Julia cuando se enterara que, en gran parte,  la persona que fingió ser, era verdad. Lamentaba la oportunidad que había desaprovechado aquel día en que logró expresar el sentimiento que llevaba guardando en su corazón desde, lo que para él, parecía una eternidad, pues en ninguno de los escenarios imaginó que la familia volvería a unirse tan pronto. Por ese motivo cuando su abuelo le escribió la carta anunciándole las excelentes noticias que tenía, la desesperación lo envolvió. Necesitaba ser el primero en informar a Julia la verdad que encerraban sus palabras cuando ella decidió hacerse pasar por su prima.


El regreso de Julia se encontraba sujeto a una promesa, él no la dejó partir hasta que de ella obtuvo la declaración que llevaba queriendo oír desde hacía mucho tiempo. Ella también lo amaba y le prometió que volvería tras obtener el permiso de su madre para, por fin, estar juntos con total libertad. Días más tarde, cuando se enteró de las noticias, Gerardo, se reprochó la manera tan tonta en la que había dejado partir a Julia.

Asumiendo la cobardía de aquel día y, con el firme propósito de apagar las ideas que rondaban y atormentaban su mente decidió presentarse en casa de Julia; para su sorpresa la casa se encontraba vacía. Sin claridad en sus actos, se dirigió hasta el teatro con la certeza que desde allí podría ver cuando ella llegara a la floristería. Esperó durante todo el día, pero nunca la vio entrar o salir; suceso que lo llenó de inquietud. ¿Sería posible que ya se encontrara viviendo con su abuelo? Necesitaba ayuda, pero de quién. De pronto la figura de Carlos se alzó en su mente y supo que él estaría dispuesto a ayudarle; claro después que le confiase todo lo que envolvía la relación con su prima.

Las apreciaciones de Carlos, con respecto a la situación de Julia y Gerardo, no estuvieron exentas de la ironía con que solía abordar casi todo en la vida. Aún así no lograba comprender como su amigo y casi hermano había actuado de forma tan errada si desde un principio sabía los sentimientos que Julia provocaba en él. Consideró que de forma independiente a los reproches y dudas que le causaba la verdadera procedencia de Julia, jamás debió permitir que ella comenzara con aquella farsa.

A Carlos no le faltaron excusas para presentarse en casa del abuelo de Julia. En su lista figuraba la idea de llegar por algún encargo de su madre, consultando por el bienestar del viejo, como solía llamarle, pero que finalmente apagó, pues como se enterara doña Isidora que él usaba su nombre para algo así lo dejaría en ridículo donde fuera para vengarse; muy capaz la veía de cumplir su promesa de amarrarlo en la puerta de la catedral. Finalmente optó por la excusa más razonable y que no despertaría ninguna duda. Se presentó buscando a Julia por encargo de Eloísa.

En un principio a ésta le costó entender el porqué de tanto interés por ella de manera repentina, aunque finalmente terminó por confiar en él. Le contó todo lo referente a su nueva situación y de los detalles de la reconciliación que se dio entre su abuelo y su madre. Por las conclusiones que pudo extraer Carlos de su visita, no existía duda que, Julia, ignoraba por completo su parentesco con Gerardo.

Amablemente, Carlos, se ofreció para acompañar a Julia hasta el parque, donde sus hermanas la esperaban; enterándose así que aquello se había vuelto muy regular en su vida. Con bastante tiempo para ellas, desde que su abuelo se negara a que cualquier miembro femenino de su familia trabajara, las mujeres de la familia Domínguez pasaban gran parte de sus días paseando; y aquel día, sus hermanas, adelantándose a Julia lo hicieron nuevamente. Matías, el hijo de Ema, disfrutaba mucho de aquellas tardes de aire libre, mientras que Ema y Jane atesoraban en su corazón aquellos días, anhelando que jamás terminaran. Preocupada por la tardanza de su hermana, Jane no dudó en reprenderla sin fijarse que Julia iba acompañada. Más tarde, luego de las presentaciones, Jane, avergonzada se dedicó a cuidar a su sobrino; tratando de olvidar la cara de diversión que su actitud para con Julia había provocado en Carlos.

Con la información reunida por su amigo, Gerardo se dirigió al día siguiente hasta la casa de su abuelo. Su hermana se encontraba reunida con él para darle a conocer el extraño comportamiento de Gerardo. Se quejó de la forma tan despreocupada que les había recibido, unos días atrás, a ella y a su esposo, en su casa de campo. Sin negar el descontento que le producía el verlo allí, luego que se enterase que él ya conocía todos los cambios en la familia mientras ella le visitaba, le dio varias palmadas en la espalda como cuando eran pequeños; señal inequívoca que su enojo duraría por un tiempo indeterminado. La vida de Mercedes se resumía principalmente a asuntos sin importancia, destacando sobre el resto, su preocupación por estar al día de cualquier suceso, por muy insignificante que fuera.

Sin una excusa que permitiera explicarle a su abuelo lo sucedido y, además, sin poder recorrer la casa con libertad, Gerardo, se vio obligado a escuchar, por más tiempo del que acostumbraba, los reproches de su hermana. Cansado y sumido en sus pensamientos no puso atención cuando su abuelo les anunció que la oportunidad de reunirlos a todos había llegado; acostumbrado como estaba a hacer oídos sordos a todo lo que su hermana decía, no fue capaz de interpretar el cambio de actitud que ella vivió una vez que, don Pablo Recabarren, salió de su despacho.

No pasó mucho tiempo para que un inusual movimiento llenara la habitación de vida y de voces que, Gerardo, no lograba reconocer en la distancia del mundo que había construido durante los últimos minutos. Solamente un fuerte apretón en su hombro izquierdo le hizo reaccionar. Frente a él, un grupo, en su mayoría mujeres, a quienes no conocía; en un rincón unos ojos que lo miraban con desesperación.


Nota: Quizás este capítulo les habrá parecido algo extraño, pues los hechos sucedieron de una forma un tanto curiosa al ser finalmente Julia la sorprendida. Y es que como me pude dar cuenta, en algunos comentarios del capítulo anterior, se piensa que Gerardo no tiene conocimiento del parentesco que existe entre Julia y él, lo que en realidad no es así, pues él conoce desde bastante tiempo atrás el pasado que los une. Espero que se encuentren súper bien y que les haya gustado. Trataré de esforzarme para entregar la parte que sigue. Un beso, hasta la pronto.

5 comentarios:

J.P. Alexander dijo...

No, me pareció extraño y espero que saber lo que sigue. Te mando un beso y buena semana

Unknown dijo...

¡Cuántas preguntas!
¿Se producirá la reconciliación definitiva entre toda la familia?
¿Veremos, por fin, el ansiado reencuentro entre Julia y Gerardo?
¿No podrías emparejar a Carlos con Jane y matar al marido de Ema?
¡Me muerdo las uñas hasta el próximo capítulo!
Un fuerte abrazo, Jennieh.

Lourdes dijo...

Me gustó mucho mi niña. El capi estuvo genial. Conserva todavía esa tensión de saber que ocurrirá cuando ambos a solas deban hablar de los temas relegados. Pienso que ambos se aman eso creo, así que tengo confianza que todo saldrá bien. Un beso grande nena y buena semana.

Unknown dijo...

Hola Jennieh.
Tienes un premio en mi blog "Un blog de época".
Pásate a buscarlo cuando puedas.
El link para recogerlo es éste:

http://unblogdepoca.blogspot.com.es/2013/11/premio-de-otono-por-partida-doble.html

Un fuerte abrazo, Jennieh.
Deseo saber lo que pasa entre Julia y Gerardo.

Lourdes dijo...

¡Holaaa! Pasé para desearte muchas felicidades en este año nuevo. Un beso enorme amiguita.