domingo, 3 de febrero de 2013

La verdad de una mentira



CAPÍTULO XIX: Recuerdos


Gerardo, se había molestado con Julia desde la última noche que tuvieron oportunidad de estar a solas. Durante los cuatro días que permanecieron sus amigos en casa el contacto entre ellos había disminuido significativamente. Odiaba que ella no confiara en él, sabía que en aquel momento la había acorralado, deseaba que reaccionara ante sus palabras; primero lo intentó con su confesión, él la amaba y deseaba estar junto a ella, compartir una vida, nunca pensó que al decirle que deseaba que hiciera de esa casa su hogar ella le hubiera contestado que más tarde le sería molesta su presencia. Luego había intentado una confesión de su parte, por lo menos de lo que ella sentía por él. Como era posible que creyera que él la veía como a una amiga; ni siquiera la desesperación que pudo sentir en su llanto fue capaz de lograrlo.

Él había fallado, ¿cómo esperaba que Julia diera algún indicio sobre sus sentimientos sabiendo que no tenía posibilidad alguna?   

Comenzar nuevamente fue la solución que Gerardo encontró, así que durante las primeras horas del día se decidió a iniciar su tarea.

—Buenos días, ¿cómo has estado querida prima?

—Bien, un poco sorprendida de verle tan animado el día de hoy.

—Sí, lo estoy. Por fin volvemos a estar solos, hace días que no hemos conversado, y confieso que extraño nuestros paseos matutinos. Espero que su enojo hacia mí haya disminuido.

—Yo nunca he estado enfadada con usted.

—Ah, ¿no? Yo pensaba que sí, porque desde que hablamos la otra noche he sentido cierta distancia entre nosotros.

—Puede que entre nosotros se hubiera dado cierta confusión, pero pienso que debe corresponder a que hemos estado acompañados por otras personas.

—Y que le parecieron mi tía, sus hijos y, la señorita Sotomayor. Una compañía agradable, ¿cierto?

—Sí, y reveladora.

—A qué viene ese comentario

—Sucede que su visita me sirvió para darme cuenta que nuestra amistad es especialmente egoísta.

— ¿Por qué?

—Acaso no se percató que en estos días no fuimos capaces de interactuar entre nosotros dos. Cada uno se dedicó a buscar otras compañías.

—Y si comenzamos de cero, ¿a usted le molestaría? Olvidemos todo, deberíamos perdonarnos y olvidar; principalmente olvidar.

—Si considera que tener buena memoria es imperdonable, está bien, olvidemos todo.


Para sellar su acuerdo, Gerardo, expresó que un abrazo sería lo conveniente para ello. Después de desayunar y, habiendo concluido que llevar una vida en calma era lo mejor para su renovada amistad, un paseo venía muy bien a ese propósito. Gerardo,  nunca pensó que el pequeño acercamiento físico entre ellos lo mantendría tan inquieto, el abrazo de la mañana lo alejó por completo de Julia; él ya no deseaba seguir fingiendo sobre sus sentimientos, necesitaba tenerla cerca, saber que de alguna manera se pertenecían. Sin saberlo, Sayen fue de ayuda para que Julia no notase el cambio que se había producido en él. La pequeña lo había apartado para sí por completo, mientras Julia se ocupaba de leer una nota que Eloísa le había enviado durante la mañana.


Querida Julia:

Ayer por la tarde, cuando llegamos desde el fundo, Fernando y yo conversamos.  Tuvimos la oportunidad de estar a solas, él me preguntó si podría guardar alguna esperanza con respecto a mí. En ese instante no supe bien qué decir, necesité que mis pensamientos se ordenaran, mientras lo hacia se acercó y tomó mi mano, confesó que yo era la mujer que tanto había soñado, que mi rostro le pertenecía a la figura con quien deseaba compartir su vida y que esperaba que él también representara lo mismo para mí. Encontrándome aún sin palabras me limité a mirar sus ojos, ahora sé que en muchas ocasiones las palabras no llegan a ser necesarias. Le sonreí, acercó mis manos a su corazón y allí permanecieron por un instante que pareció ser eterno, pero la eternidad vino después cuando me beso en los labios. Confieso que aún guardo ese momento y lo vivo nuevamente, a cada instante al recordarlo. Tras conversar con su madre se decidió que era conveniente hacerlo con mis padres, se está arreglando todo para nuestro regreso a Santiago, no he querido partir sin antes enterarte de lo sucedido y agradecerte, mi amado Fernando, me contó sobre la conversación que sostuvieron ustedes; estoy enterada de los consejos, gracias por ayudarme.

Me gustaría verte feliz, así como yo lo soy ahora. Por eso me atrevo a sugerirte, una vez más, que no permitas que el tiempo siga pasando, di la verdad. Yo sé que él te perdonará, pude sentir en sus palabras algunos sentimientos por ti, y no creo que sea como a una amiga o hermana, olvida sus palabras hazle saber que no son familia, creo que eso  lo detiene. Tú y yo sabemos que no es verdad, busca la felicidad, libérate de las cadenas a las que te ataste aquel día cuando te presentaste como su prima. El tiempo en materia de amores es importante y es él quien no perdona.

No puedo despedirme sin antes expresar que deseo, al volvernos a encontrar, que todo se haya solucionado todo a tu favor. Cuando regreses no tengas dudas en ir a visitarme a casa, eso si aún sigue siendo mía. Porque tal como veo todo el asunto, para ese entonces, espero haber formado mi propio hogar.

Tu amiga que te quiere y desea verte feliz,
                                                                           
                                                                                                              Eloísa Sotomayor.

La carta de su amiga no dejó de sorprender a su Julia, le pareció que los acontecimientos se habían sucedido de una manera muy rápida, aunque feliz para Eloísa y Fernando.

Sin reparar por donde caminaba se había alejado demasiado de Gerardo y de Sayen. Sus pasos la habían llevado a un lugar del que ella, sin ser consciente durante todo el tiempo que llevaba allí, había evitado por una extraña razón. Al lugar le faltaba luz, ya fuera porque estaba casi en colindancia entre dos cerros o porque la vegetación allí era extensa, pero en ella producía una sensación de miedo, no podía explicar bien el porqué y, aunque hasta ese momento no había reparado donde estaba, el frío que comenzó a recorrer su cuerpo le dio una señal de alerta. Julia deseaba escapar, salir de aquel lugar, pero su cuerpo no respondía a las peticiones de su mente; estaba paralizada. Tras varios minutos de lucha consigo misma logró pronunciar una palabra; en el instante que Gerardo escuchó su nombre la desesperación lo convirtió en su presa. Sin saber desde qué lugar provenían los gritos y qué los ocasionaba le pidió a Sayen que lo ayudase a encontrar a Julia; al poco tiempo que los gritos cesaron la niña llegó corriendo a su lado, informándole que Julia yacía tendida e inconsciente cerca del camino de piedra. Gerardo guiado por su hermana logró llegar hasta el lugar. Trató en vano que Julia despertase; decidido la tomó en sus brazos y dirigido por Sayen comenzó a caminar hasta la casa.

Julia no volvió en sí hasta la hora del crepúsculo. Se despertó con la sensación de haber vivido algo terrible, mas al ver junto a ella a Gerardo que no cesaba de hablarle en un tono suave supo que todas aquellas imágenes que guardaba aún en su cabeza, antes de despertar del todo, se debían a un terrible sueño.

 
— ¡Despierta, por favor! ¡Mi amor, despierta!


Esas fueron las palabras que Gerardo no se cansó en repetir hasta que Julia volvió en sí. Cuando María le informó que la joven estaba reaccionando por fin logró calmarse. Aún no lograba explicar tan extraño suceso, el porqué Julia, había reaccionado con tanto temor; si hasta ese entonces parecía no haber recordado que efectivamente, por unos días en su niñez, había estado de visita junto a su madre en el fundo; ¿cómo le contaría toda la verdad?

Mientras le acariciaba la frente y preguntaba una y otra vez — ¿cómo se encontraba?— no dejaba de pensar en cómo respondería cuando ella le preguntara. Las explicaciones no fueron necesarias, cuando logró interrogar a Julia con respecto a lo sucedido, ella le respondió que no lograba recordar nada de lo que había sucedido antes de perder la conciencia, pero que en sus sueños la desesperación se había apoderado de ella.

—No lo entiendo —le dijo—, pero en mis sueños veía a dos niños.

— ¿Y quiénes eran? —.le preguntó.

—Uno de los niños me recordó a usted y la niña al parecer era…

Al darse cuenta de sus palabras, Julia, cesó repentinamente la confesión. ¿Cómo podría estar ella ahí, si solo hacía unos meses que había conocido a Gerardo?

—No me haga caso, los sueños son solo eso, sueños.

—Pero cuénteme todo, aunque pueda parecerle absurdo.

Julia accedió, necesitaba tenerle cerca por más tiempo, no podía negar la satisfacción que le producía verle tan preocupado por ella; además, sintió que debía contarle lo sucedido, después de todo él era parte de ese sueño; y como la sensación de angustia no desaparecía, por más que trataba de decirse a sí misma que solo había sido un sueño, se decidió a continuar.

Le contó que los dos estaban en el sueño, como niños, ella como de cinco o seis años, y él le pareció como de diez años, porque era mucho más alto que ella. Jugando y entre risas habían llegado hasta el camino de piedra, luego habían  corrido hasta llegar al final de éste, y para decidir cuál de los dos era el más valiente se propusieron llegar hasta el costado de los cerros, el mismo lugar dónde, Gerardo, la había encontrado desmayada. Le pareció que allí estaba  igualmente frío y oscuro, pero que en aquel entonces no había sentido miedo, porque él sujetaba su mano con fuerza. Felices de haberlo logrado comenzaron a dar de gritos; entretenidos con el eco que se producían no se habían percatado que les llamaban. En un instante y como de la nada un hombre apareció, la furia en su rostro le daba un fuerte color rojizo y marcaba aún más sus facciones. Gerardo, le llamó papá y antes de que pudieran moverse el hombre tomó  a Julia por un brazo y comenzó a lanzar palabras muy feas en su contra; evidentemente avergonzada, Julia, prefirió omitirlas. La misma voz que les llamaba antes detuvo al hombre; quien al verla se puso muy pálido; a Julia, le impresionó la rapidez de aquel cambio. Su voz se apagó repentinamente y cayó de rodillas al suelo sin soltar a Julia. Cuando reaccionó y vio como la mujer entre gritos le decía que Julia no tenía nada que ver en los problemas de ellos dos, que la dejara ir,  la puso frente así y mirándola a los ojos antes de tirarla al suelo la llamó maldita. Julia, se vio de pronto cayendo muy lentamente. Desde su posición vio como los árboles se tornaban aún más imponentes sin lograr ver el cielo y, luego de sentir un fuerte sonido vio como la oscuridad la envolvía.     

—Extraño sueño, ¿verdad? —comentó finalmente Julia.

—Sí, muy extraño. Pero más que sueño yo diría que fue una pesadilla.

—Como sea, ya no tiene importancia.

Un bostezo evidenció lo cansado que se encontraba Gerardo, pero ni la insistencia de Julia y María en que debía ir hasta su habitación y descansar le convencieron; declaró a María con firmeza que él personalmente cuidaría de Julia y que no iba a permitir que nadie más permaneciera despierto. Tras varios minutos de conversación cayó rendido por el sueño. A Julia, le pareció que volvía a soñar; ver a Gerardo apostado en un incómodo sofá, queriendo estar al pendiente de ella, era simplemente encantador.

8 comentarios:

Jennieh dijo...

No sé bien que sucede con Blogger, solo espero que ahora la entrada quede donde la deje y no se borre.

María Border dijo...

Bien por Eloísa y Fernando.
La trama está comenzando a abrirse Jennieh, solo espero que ambos se animen a vivir. Gracias por éste capítulo. Te felicito.

Jennieh dijo...

María:

Ya creo que lo harán y espero que te guste el capítulo que sigue.

Un beso.

J.P. Alexander dijo...

Me gusto el personaje de Fernando y me gusta tu historia. Te mando un beso y cuidate

Lourdes dijo...

Que bonito Jennieh, la historia avanza y es cada vez más atrapante.
Se nota que confiada en los días que actualizas no sabía que me perdí dos capítulos. Así que voy por el próximo. Un besotee

Jennieh dijo...

Citu, gracias por tu visita y comentario.

Un beso.

Jennieh dijo...

Lou, me alegra saber que va por buen camino.

Y con respecto a los días, creo que se me paso el detalle de anunciar en el blog que iba a comenzar a actualizar dos veces por semana a modo de compensación por tantas semanas sin publicar, a ver termino antes que acabe el verano.

Un beso

princesa jazmin dijo...

Era esperable que un suceso aterrador hubiese tenido lugar allí para que Julia reaccionara de esa manera ante él, los sueños suelen ser muy reveladores con episodios del pasado que la mente prefiere olvidar, éste en particular nos cuenta más acerca de los secretos que envuelven a nuestra historia.
La preocupación de Gerardo me conmovió, me encanta cómo está siguiendo la novela, siempre atrapante.
Gracias por escribirla y compartirla, Jen.
Sigo adelante...