CAPÍTULO
II: El encuentro
Una tarde, Julia, encontró a su madre llorando,
preguntando al cielo ¿cuándo acabarían las pruebas para su familia?; insistía,
una y otra vez, en que el castigo debía ser solo para ella; que si había
desobedecido y éste era el pago de aquello, sus hijos no tenían porque pasar
por tantas penurias. Ante las insistencias de Julia decidió contarle lo que
ocurriría con la casa, único bien que poseían a esa altura; tendrían que
abandonarla, porque su padre había pedido un dinero al banco que nunca pagó.
Al recibir aquella noticia, Julia, sin saber hasta dónde
ir, salió corriendo. Cuando se dio cuenta estaba en el parque hasta donde sus
padres les llevaban para celebrar los cumpleaños. Se sentó en una banca y
comenzó a observar como paseaban las personas. Al ver lo felices que eran
sintió envidia de ellos; ¿cómo podrían estarlo, frente a una persona desdichada
como ella? Al no poder razonar más comenzó a llorar y en ese instante, los que
se encontraban lejos comenzaron a mirarla; mientras, que los que pasaban a su
lado trataban de ignorarla. Lloró hasta que comenzó a sentir su cuerpo muy
liviano, por unos instantes pensó que había muerto y sonrió; ¿por fin todo
había acabado?
Giro lentamente al sentir como una carcajada se disparaba
a su lado, no puedo describir el enojo que se produjo en ella. En un principio
se sintió objeto de burla y sinceramente, no estaba para aquello. Tomó aire
antes de hablar, tratando de no ser impulsiva, pues el hombre que se encontraba a su lado se veía muy elegante
como para que cualquiera osara ofenderlo y, pensó que en todos los casos las consecuencias,
para una mujer de su condición, serían muy desastrosas. En fin, luego de una
búsqueda exhaustiva de palabras que no le fueran a ofender de manera evidente, y
que no pudo utilizar, pues aquel hombre comenzó a hablarle:
— Debo decir que me sorprende señorita, en mi vida había
visto un espectáculo como este en la calle. ¡Oh!, no me mire así, si al final
de cuentas no he sido yo quien ha actuado mal.
— Perdóneme, no acostumbro a responder a desconocidos— logró,
por fin, decir Julia.
— Ya veo, pero si tiene la costumbre de llorar en público
no encuentro inconveniente en que hable con un desconocido ¿verdad?
—
No creo que mis problemas puedan resultar interesantes para una persona como
usted.
— Si me permite sin ser grosero, en ningún momento le he
preguntado por sus problemas.
— Entonces usted desea burlarse de mí, con mayor razón no
volveré hablar— por un momento sintió deseos de levantarse y salir de aquel
lugar, pero…
— No, señorita en realidad mi única intención es hacer
que por un momento se olvidara de ellos. Sin embargo lo que dije antes era
verdad. No me interesan sus problemas, pero sí estoy interesado en que no llore
más y creo sin temor a equivocarme que lo he logrado.
— Gracias, pero sus buenas intenciones me parecen
curiosas; al igual que usted. Jamás me habían abordado de esta forma, menos aún
sin conocernos.
— Nunca ha sido necesario conocer a una persona para que
rompa sus promesas—dijo sonriendo al escuchar que hablaba nuevamente—, y como
ve aunque no nos conozcamos hemos hablado más que si lo hiciéramos. Si aún
insiste en lo mismo me presentaré sólo como Gerardo, y ahora me gustaría
conocer su nombre señorita…
— Julia— logró decir con sorpresa, pues Gerardo estaba de
pie frente a ella extendiendo su mano a modo de saludo; y ella no encontrando
una excusa razonable en su interior se vio obligada a levantar la suya.
— Mucho gusto Señorita— y besó su mano, mirándola
fijamente a los ojos— espero que todo resulte como usted desea, recuerde que
mientras tenga vida la esperanza debe permanecer en usted, son cosas que
podremos conservar por siempre. Le deseo suerte en todo lo que haga. Adiós.
Después de su última intervención, Julia, estaba
demasiado sorprendida para responder, jamás habían besado su mano, nunca había
quedado tan impresionada con un hombre y, tampoco nadie le había dado un
consejo tan extraño ¿Qué era eso de la vida y la esperanza?, ¿Acaso su vida ya
no estaba terminada?, por lo menos como la había conocido hasta entonces, todo
aquello le impidió despedirse y por cortesía, por lo menos, darle las gracias.
Aunque, muy en el fondo de su corazón no encontrara una razón para
hacerlo.
Su regreso a casa fue lleno de esperanzas. Curiosamente
aquel consejo, el que encontró sin sentido, fue tomando forma a medida que
pasaron las horas. Tenía una idea y deseaba consultar con su madre al respecto.
Al llegar a casa la encontró preocupadísima por su tardanza, sin embrago, fue
escuchada con atención, y por la sonrisa
y palabras de su madre supo que habían
encontrado una solución.
6 comentarios:
Hola Jen querida, qué bonita te está quedando esta última historia, me alegra mucho que sigas escribiendo y lo hacés cada día mejor.
Me encantó la escena entre Julia y Gerardo, una forma sorpresiva y original de conocer a alguien :)
Ay, linda, no tienes uno de esos caballeros elegantes para mí? el beso en la mano era una costumbre deliciosa, tan llena de sutilezas y elegancia, lástima haberlo perdido, porque una mujer debía de sentirse como una princesa, imagino...
En fin, ahora las cosas son diferentes.
Ya no volveré a abandonar mis lecturas, felicidades por los seguidores nuevos y gracias por seguir allí.
Un besote!
Jazmín.
Jazmín:
Me alegra saber de tí, me alegra que te guste la historia.
Y con respecto a lo que dices de los caballeros elegantes, quien más que yo quisiera uno para mí, pero voy a considerar la posibilidad de mandartelo cuando lo encuentre.
Besos.
¡Hola nena!
Qué caballero misterioso pero que hábil con la palabra.
Me gustó este encuentro y sigo leyendo el capi 3.
Ohhh me encanto el primer encuentro, sobretodo la forma en que actua Gerardo y esa frase..recuerde que mientras tenga vida la esperanza debe permanecer en usted. Buenisimo
Un abrazo
Mientras hay vida hay esperanza, más que nunca necesitaba recordar esta frase :)
Mientras hay vida hay esperanza, más que nunca necesitaba recordar esta frase :)
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