miércoles, 11 de noviembre de 2015

La verdad de una mentira



CAPÍTULO XXIX: En sí mismo

Gerardo, que había concluido en lo poco conveniente que sería dejar a Julia con la responsabilidad de las acciones de ambos, se presentó, sin anunciar, en la casa de su abuelo. Su repentina aparición hizo volar la imaginación de la señora Isidora que llevaba un buen tiempo escuchando el  relato de su hija; limitándose a sonreír, para ella, la identidad del hombre quedó al descubierto sin necesidad de mencionarlo. Consciente que su irrupción no dejaría espacio para las dudas, no tardó en expresar sus intenciones. El hecho que no apartara los inconvenientes que podrían surgir de su relación con Julia entregó a su tía una mejor opinión de la que ya se había ganado.

Para la señora Isidora, el afecto por su sobrino no venía solo por el recuerdo de su prima; ya había apreciado en él un carácter particular. Sostenida por el cariño, alejó el prejuicio de los recuerdos que saltaron a su memoria; después de todo, los hijos no tienen por qué repetir las historias de sus padres o cargar con sus culpas. Su reacción no fue inferior de la que se podría tener una vez que se ha luchado por amor. La temeridad con que su hija y sobrino decidieron enfrentar su historia, le gustó. Y a pesar de los actos irracionales que escuchó, comprometió su ayuda cuando decidieran dar a conocer lo que les unía.

La mirada nerviosa que vio entre Julia y Gerardo hizo comprender a la señora Isidora que, al parecer, la dificultad contemplada era ella. Tratando de dar seriedad al asunto, contuvo las ganas de reír por la escasa visión que las personas suelen tener, sobre todo, cuando están enamoradas. Les explicó, muy a su pesar, la posible reacción de don Pablo; porque si bien, en su padre había visto algunos cambios, podría asegurar la oposición férrea a una unión entre ellos si llegaba a enterrarse de las circunstancias en que se basó y creció su amor.

En conclusión, la entrevista llegó a ser más compleja de lo que esperaban, deberían aguardar un tiempo prudente para evitar las habladurías; confiando que nada de lo sucedido antes del reencuentro familiar se llegase a saber.  

La noche, que en ocasión del último tiempo no se presentaba conciliadora, con un pensamiento repentino e inquietante asaltó el plácido sueño que Julia había conseguido alcanzar. Palabras e ideas que no fueron aclaradas en la posterior conversación con Gerardo se presentaron sin tregua. “Tú posees más que mi corazón” la  frase con que Gerardo se despidió trajo a su memoria el día en que prometió regresar a la casa de campo; recordó, además, que esa no fue la única promesa realizada en su despedida. El contenido de la casilla de correo despertó por completo su imaginación y   comenzó a visualizar situaciones que hasta cierto punto se volvían irreales.

El dirigirse tempranamente hasta la oficina de correos ocasionó que Julia esperase afuera del edificio, a merced del frío, alrededor de media hora en una mañana poco usual de Santiago. El entumecimiento de sus manos no fue de ayuda para calmar su curiosidad, la ansiedad que apareció luego de guardar todo el contenido de la casilla en su pequeño bolso de mano le impidió ver a cualquier persona incluso llegando a casa de su abuelo. El contraste de su cuerpo atacado por el frío matutino y la tibieza de su habitación le produjeron un leve estremecimiento que se mezcló con la emoción de ver una serie de tarjetas que comenzó a leer con atención.

Hoy, comienzo una aventura de la que espero descubras en el momento preciso. No creo en el destino, pero esta mañana te vi nuevamente y confío en la posibilidad que algún día leerás lo que aquí escribo. No puedo extenderme demasiado, porque el espacio es insuficiente. Así que solo diré que el color rosado te asienta de lo mejor, sobre todo si aflora de tus mejillas”.

“Si supieras lo absurdo que encuentro el enviarte flores cuando tú estás rodeada de ellas. Me gusta decirte que de alguna forma me siento unido a ti, te extraño”.
“Desde lejos te veo llegar, y en cada ocasión luces más hermosa. Acabo de tener una idea y que si aún recuerdas al entrometido del parque te sorprenderá”.

“Al parecer dio resultado. Verte llegar desde otra dirección fue una sorpresa, es satisfactorio descubrirte mirándome, bueno al retrato”.  

“Quiero enterarte que hoy no aguanté más y fui a verte a la floristería. Simular ser otro y mostrarse indiferente en las tablas es fácil. ¿Perdonarás la cobardía de este ser que cada día te necesita más? Quisiera ser alcanzado por un rayo y que fueras testigo para compensar el mal rato que te hice pasar”.

“Estas son las últimas flores que envío. Sabrás que me doy por vencido sin siquiera haber luchado. Soy un cobarde, no soportaría saber que me desprecias si conoces la verdad”.

“Extrañamente no me equivoqué, el destino existe. Ahora estarás leyendo algunos trazos de mi alma. ¿Por qué actuamos de manera tan extraña los seres humanos? ¿Podrás perdonarme? No quiero influir en tu respuesta, pero necesito decir que: ¡Te amo!”

Hitos que no le resultaban ajenos habían marcado a Gerardo en la misma medida que a ella. Julia recordaba con claridad cada detalle de aquellos días y no fue hasta que su impulso de mirar al cielo para expresar su felicidad la hizo ver que allí no se encontraba sola.

Desde la puerta, Gerardo, trató de responder la única pregunta que consiguió articular Julia al verle ahí.

—Luego del comentario que hice ayer al despedirme, supuse que entenderías. Que tu despertar sería más temprano de lo normal y, que alrededor de esta hora te podría hallar de regreso en casa.

El deseo de Julia por correr a los brazos de Gerardo se detuvo por el acertado gesto que él le hizo. No era conveniente hacer ruido, así el impulso de ella se convirtió en una odisea por mantener en silencio sus pasos dentro de la habitación. Poco a poco el tímido beso que Julia le entregó al llegar a su lado hizo a Gerardo olvidar sus propios consejos y entre risas, que pasaron desapercibidas por una extraña conmoción en la casa, expresó cuánto la amaba.

domingo, 8 de noviembre de 2015

El paso del tiempo




“Un problema frecuente en mi vida es la poca o nula percepción que poseo del tiempo. En ocasiones, hechos ocurridos hace mucho parecen muy frescos en mi memoria. Aquí el caso de este blog y la historia que lleva de la mano.

La verdad de una mentira, comenzó como toda una apuesta. Cuando inicié escribiendo, lo hice en primera persona, en unas pocas páginas y con la percepción general que deseaba transmitir; más tarde, unos días antes, cuando decidí compartirla, me pareció que sería mejor hacerlo con una visión general en la cual los personajes pudieran realizar un viaje más largo.

Sin embargo, nada de lo planeado ocurrió en los plazos establecidos. Hoy me di cuenta de no haber publicado desde hace nueve meses, ¡sí, nueve meses! un escándalo; vaya que vergüenza, más si mi vida dependiera de escribir, sería todo un desastre. Creo que he dejado la pluma que con tanto empeño tomé en su tiempo. No puedo negar que es preocupante, considerando el espacio que esta actividad tomó en vida, pero también lo veo como un período de renuevo en el que el silencio de las teclas me sorprende a momentos con papel y lápiz”.

Creo que no hace falta dar una explicación, si se considera que esta entrada comenzó su redacción tres meses atrás. Tal vez el tiempo no sea lo primordial en mi caso, aunque no dejo de reconocer su finalidad en nuestras vidas y algún día ya no estará sincronizado con el cuerpo, el alma y el espíritu.     
Luego de tanta cháchara quizás ni se pregunten de qué va todo esto, bueno… solo quería decirles que no olvido su compañía y el espacio realizado en sus vidas para leer esta historia; lo que agradezco sinceramente. También les comunico que esta semana aparecerá el capítulo XXIX (el cual ha sido programado, así que no os preocupéis, aparecerá), y en lo sucesivo trataré de perseverar para llegar a puerto y dar un final a La verdad de una mentira.

Espero que tengan un muy buen inicio de semana. Recuerden que siempre puede ser un gran día, todo es un asunto de actitud.